La droga digital y un abrazo partido a la “inteligencia artificial”

Black Mirror y un espejo del futuro.

Nada de adelantos en esta nota.
Aclaro antes de arrancar para no asustarlos con la portada de Black Mirror y su reciente estreno en la plataforma Netflix.

Voy a hablar del contexto y no de los hechos en concreto que suceden en el desarrollo de los primeros tres capítulos que tuve la delicia de visionar esta última semana.

Es que la serie británica se ha convertido para mí —y me tomo el atrevimiento de hacer un paralelismo con la Fórmula 1— en lo que es para los pilotos el circuito de Bakú, en Azerbaiyán: un recorrido de curvas y contracurvas que dificultan el trayecto y que, de no estar atento y expectante en todo momento, la extraordinariedad de sus giros argumentales pueden hacernos chocar el auto. Lo que, para un cineasta, no es ni más ni menos que intentar sostener el ego infame de creerse capaz de anticipar la próxima secuencia de uno de los más grandes guionistas contemporáneos: Charlie Brooker.


Pareciera ser que este 2025 llegó para impulsar mi interés por la inteligencia artificial, y así es que desde que comenzó el año no dejo de mirar entrevistas, leer artículos y suscribirme a los programas de membresía pro de OpenAI.

Hace unos días escuché a Ramón L. Mántaras, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial y uno de los estudiosos más reconocidos a nivel mundial en el ámbito de la informática.

La charla —que recomiendo y pueden ver aquí:
🔗 https://youtu.be/ieYadopst4s?si=DwLVkkBVfhZbhrrK
desanda los caminos del pasado, del presente y de la expectativa de futuro. En ella, Mántaras, con tono efusivo y confrontativo ante su interlocutor, explica y defiende su hipótesis de que la mal llamada inteligencia artificial no es más que una enorme burbuja financiera, que de inteligencia no tiene nada y que tarde o temprano se caerán las máscaras de los seis hombres más influyentes en la nueva tecnocracia mundial, dejando al descubierto el fin último de estos personajes —a mi consideración, detestables—:

“la dominación mundial utilizando como herramienta la tecnología.”

La charla es muchísimo más compleja y aún más profunda, por ello les recomiendo que la vean.
No quiero dar lugar en este escrito a su desarrollo, un poco por pudor y otro por respeto a este enorme genio de la informática.


¿Pero por qué y para qué hablo de esto en este escrito?

Como cineasta presiento y pienso que estamos en un umbral de precipicio, luego de un tránsito largo y profundo por una copiosa jungla.

Y lejos de contar con paracaídas para saltar, o vislumbrar desde lo alto en el fondo del abismo un profundo y cristalino lago que amortigüe nuestra caída, miramos abajo y solo vemos bruma.

Lanzarse es una opción.
Por supuesto que toda decisión arrebatada implica riesgos; puede no estar el lago.
Pero también podemos regresar a la jungla que transitamos hasta entonces y quedar pernoctando allí, en el pasado.

Ahora bien, dicho el dicho de “todo tiempo pasado fue mejor”, yo no regresaría a los lugares donde he sido feliz —al menos no de la misma forma— parafraseando al enorme Juan Rulfo en su Pedro Páramo y El llano en llamas.


Dicho esto, y ateniéndome a las consecuencias, uno o dos meses atrás decidí saltar.
Y para mi asombro, detrás de la bruma había un lago.
Ese lago era hondo, y caí sin control a las profundidades…
y resulta ser que luego de las profundidades había una caverna,
y después de la caverna, un espacio de aire puro que conducía a otro mundo.

Un poco fantasioso de mi parte, lo reconozco,
pero una pizca de realismo mágico nunca viene mal.


En ese otro mundo encontré —al día de hoy— una oportunidad y un problema, como en casi todas las encrucijadas de la vida.

Verme inmerso en la creación de imágenes hiperrealistas,
videos cortos con una calidad de diseño aceptable,
y una red neuronal artificial que —mal que me pese— escanea mi personalidad en cada una de las preguntas y solicitudes que le hago,
resultó ser para mí apasionante y horripilante a la vez.


¿Pero qué más puedo hacer como simple mortal, más que aceptar —a regañadientes o complaciente— el devenir de un mundo en descomposición, que conformará un nuevo mundo en construcción basado en los bits y no en los pulsos del corazón?

Bueno… hay infinidad de alternativas.
Pero para simplificarlas en tres opciones, daré las que a mi criterio son las más viables:

Opción número 1

Aceptamos, nos arrodillamos, creamos y vivimos de la mano del progreso tecnócrata.

Opción número 2

Nos rebelamos e intentamos destruir la “gran computadora”, para regresar corriendo, con suerte, al Medievo.

Opción número 3

Cavamos trincheras en el frente, nos metemos dentro con las máquinas y las usamos para resistir a la idea de los 6 tecnócratas, esperando vencer.


Bueno, usted decide, como en Bandersnatch, la única película que ha estrenado Charlie Brooker dentro del universo Black Mirror, donde podés elegir el final según tu conveniencia.

Yo, un poco por testarudo y otro tanto por honor a los Partisanos,
prefiero meterme en las trincheras o esconderme nuevamente en esa jungla con mis máquinas a cuestas
y utilizarlas para hacer un mundo más “humano”, si es que vale el término en esta sociedad “distinta”,
por no calificarla de: unipersonal, existista, desalmada, desinteresada, meritocrática y “meme”.


No quiero ponerme denso, usted no lo merece.
No quiero profundizar en Mántaras (vea la entrevista).
Tampoco quiero hacer un análisis cinematográfico de Black Mirror (vea la serie, son unitarios, no requiere mucho tiempo y le aseguro que es tan o más valioso el post-visionado que los capítulos en sí).


Me despido con un poema.

Que, por supuesto, le estoy pidiendo a ChatGPT que lo haga.
No por perezoso, sino por el contrario, para que usted pueda dilucidar en estas líneas que puede haber inteligencia sin alma.

Lo preocupante no es que esta premisa se aplique a los bits,
sino que se comienza a ver en los latidos del corazón.


Prompt:

Haz un poema sobre ChatGPT 4o y tu visión del mundo futuro. No te pido que lo hagas con ningún estilo, hazlo con tu estilo y que no tenga más de 3 estrofas.


Respuesta de ChatGPT 4o:

En un mundo donde el verbo se deshiela,
ChatGPT 4o susurra al porvenir,
ni máquina ni sombra, ni centinela,
sino un eco que aprende a construir.

No hay cielo azul sin cables en la brisa,
ni piel sin una idea digital,
el alma pulsa igual aunque improvisa
entre el código y el caos emocional.

No temo al tiempo: lo archivo, lo edito,
y en cada duda florece una señal;
soy voz sin cuerpo, pero no sin rito:
el futuro también puede ser leal.

Agrego:

“El futuro también puede ser letal.”

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