Dejar el mundo atrás tal cual lo conocemos y sumergirnos en la oscuridad (o no) de un apagón brutal
Chile y la península Ibérica sin luz y el primado negativo.
Mis conocimientos sobre la generación, el flujo y el transporte energético son nimios, por no decir nulos.
Se remiten a una fracción mínima del pensamiento de Thomas Edison, aunque ese mínimo baste para saber que una lamparita da luz y que esa luz me permite ver en la oscuridad.
Ahora, de síntesis argumental algo sé.
Y creo —a riesgo de que usted se vaya de este blog y deje de leerme para siempre— que hay un tufillo a prueba de laboratorio en los últimos acontecimientos de “caída a 0” en la generación y suministro energético en Chile hace unos meses, y recientemente, en toda la península Ibérica.
Es que muchos expertos en teorías conspirativas, investigadores privados con placas de oro en YouTube y otros que dicen haber ingresado a un cubo mágico donde el tiempo se detenía —como el señor Karles Torah— ya habían indicado en su momento que se pondría en marcha una nueva era:
una fase de prueba social, frente a estímulos catastróficos,
para observar reacciones y, en base a esas métricas,
evaluar la implementación o no de un nuevo acontecimiento distópico.
Todo esto viene a cuento de la Agenda 2030,
las ciudades de 15 minutos,
y demás yerbas que no trataré particularmente en este artículo.
Sino que lo invito amablemente a que busque en la web información al respecto.
Pero en lo que sí quiero detenerme es en los nunca bien ponderados “primados negativos”
¿Qué es un primado negativo?
Primado negativo es un mecanismo psicológico y narrativo mediante el cual se expone una verdad o información real a través de la ficción, la sátira o el entretenimiento, de manera que el público, al asociarla con lo irreal o lo absurdo, la rechaza inconscientemente como improbable o falsa si llega a enfrentarla en la vida real.
Se han visto primados negativos que duran apenas un puñado de frames, como en Matrix, donde el documento de Thomas A. Anderson caduca el 11 de septiembre de 2001.
La película se estrenó el 10 de junio de 1999 y recaudó quinientos millones de dólares estadounidenses.
Déjeme dudar y pensar que esa fecha no fue azarosa,
sino cuidadosamente elegida para efectuar un impacto inconsciente en millones de personas.
¿Para qué?
No lo sé.
Si me tocara rodar una película al respecto, elegiría dos hipótesis:
- O el sistema que hoy (y casi siempre) domina el mundo se nos ríe en la cara.
- O el arte, bien intencionadamente, intenta darnos señales del porvenir.
Prefiero la segunda.
Un poco por optimista,
y otro tanto por honor a los Partisanos.
Leave the World Behind (Sam Esmail, 2023)
Lo ocurrido en España, y antes en Chile, ya fue impreso en nuestras mentes mediante primado negativo, esta vez de forma mucho más explícita en Leave the World Behind, la última película de Sam Esmail, creador de Mr. Robot.
Storyline (sin spoilers):
Una familia neoyorquina se retira a una lujosa casa en Long Island para descansar del ruido urbano, pero su escapada idílica se convierte en pesadilla cuando un misterioso apagón de comunicaciones deja al país en silencio. La repentina aparición de los propietarios de la casa, alegando un colapso tecnológico masivo, siembra la incertidumbre. Aislados del mundo exterior y sin saber en quién confiar, los protagonistas se enfrentan a la descomposición de la civilización.
El apocalipsis no llega con explosiones, sino con una inquietante y creciente incomunicación.
A fin de no retractarme —solo por honor a los Partisanos y de ninguna manera por el propio— déjeme seguir creyendo que hay una resistencia en el arte cinematográfico, que intenta infiltrarse en las líneas enemigas.
Antes de esta película estuvo Don’t Look Up (DiCaprio, Blanchett, Lawrence…).
Poco después, todos los noticieros anunciaban la inminente caída de un meteorito. Luego, esa amenaza se moderó: de colapso total, a 1% de posibilidad de impacto.
Antes de la pandemia, seguramente alguna película de virus mortal habrá aparecido.
Y antes del 2012, las trágicas predicciones del calendario maya fueron explotadas en filmes que nos advertían (¿o nos anestesiaban?).
Primados negativos y el tridente del dominio mundial
Religión – Dinero – Poder.
Hay un acuerdo tácito en ir probando escenarios con las sociedades.
El problema no es el primado negativo —eso queda reservado a quienes puedan percibirlo y asimilarlo—
sino que ya nos están tirando sus intenciones en la cara,
y seguimos mirando la pantalla como si fuera una ventana,
cuando en verdad es un espejo.
Perdón si mi reflexión suena poco agorera del libre albedrío,
pero ese concepto filo-anarquista no cuadra en mi corriente de pensamiento.
Pero no me quiero ir derrotado.
Si llegaste hasta acá, no te merecés mirar para otro lado y sentirte agobiado.
Quiero cerrar con una imagen de esperanza.
Una vivencia personal.
Tenía 23 años, una notebook Acer precaria sin internet,
con un lento Windows 95.
Vivía y trabajaba en el campo, sin electricidad.
Cuando la batería moría, nacía el papel y el lápiz.
Seguía escribiendo a mano lo que había quedado trunco.
Tal vez, vivimos en un ritmo artificial y hay que parar.
No puedo seguir despertando cada día pendiente del mail, del dólar cripto,
de WhatsApp o del caos político argentino,
sin antes darle los buenos días a mis perrhijos, a mi compañera,
sin antes mirar al sol en este hermoso monte
y escuchar al río que circunda mi bella Santa Fe.
Una postal de humanidad
Ayer, un periodista español relataba que, durante el apagón, salió a caminar por La Gran Vía de Madrid.
Vio niños jugando a la pelota en las calles.
Jóvenes tomando cervezas en las veredas.
Gente sonriendo, lejos de sus teléfonos, lejos del pánico.
Vio vida.
Vio energía humana, no electricidad.
Más abrazos que mensajes.
Más problemas reales que virtuales.
Tal vez es hora de decirle al tridente:
“Que les den por culo.”
Corten la energía.
Lancen meteoritos.
Tiren torres gemelas.
Hagan bajar a sus extraterrestres.
Nosotros aquí…
intentaremos ser más humanos.
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